Hola, alumnas y alumnos de 2º y 3º de Primaria!!
Hoy os traigo un cuento para que pensemos y aprendamos en que hay que tratar muy bien y respetar a las personas, sobre todo a las personas mayores.
El dibujo que nos toca es ... UNA PERSONA MAYOR A LA QUE QUERÁIS MUCHO. Como sé que os va a ser difícil escoger a solo una, pues podéis hacer tantos dibujos de personas como querías.
Una vez más, este cuento está sacado de un libro que se llama "CUENTOS PARA QUEDARSE EN CASA" de Eloy Moreno.
El
tazón de madera
Un
hombre ya muy mayor, al ver que no podía valerse por sí mismo,
decidió irse a vivir con la familia de su hijo.
Los
años habían pasado y su vista estaba muy cansada, caminaba muy
lentamente y en muchas ocasiones le temblaba todo el cuerpo.
Pero
el gran problema venía cuando toda la familia se sentaba a la mesa,
pues a él le costaba masticar y eso le obligaba a hacer mucho ruido
cuando tenía la comida en la boca. Además, al coger los cubiertos
con sus manos temblorosas, muchas de las veces se le caían al suelo,
tiraba la sopa o derramaba toda el agua del vaso.
El
pobre hombre se sentía tan inútil... sobre todo cuando pensaba en
lo fuerte y ágil que había sido de joven, en todas las cosas que había
conseguido hacer. No le gustaba nada ser tan dependiente de los
demás, pero no podía hacer otra cosa.
Un
día, su nuera, convenció a su marido de que no comiera con ellos.
-¡Ya
no lo soporto más! -le
dijo-
siempre
hay comida por el suelo, se moja la ropa, no deja de tirar
cubiertos... y además, mastica tan lento, que al final si decidimos
esperarlo siempre llegamos tarde al trabajo.
Finalmente,
tras las continuas quejas de su mujer, el hijo del anciano decidió
ponerle una pequeña mesa en otro cuarto y comprarle un tazón de
madera.
Así,
pensó, instalado en otra habitación ya podrá comer a su ritmo, y
con el tazón de madera ya no pasará nada si se le cae al suelo,
pues este no se romperá y no habrá que estar recogiendo los trozos.
Así
pues, a los pocos días, el anciano comenzó a comer solo en el otro
cuarto. Aunque él no hablaba, sus ojos lo decían todo, pues de vez
en cuando miraba a su hijo y se le saltaban las lágrimas.
De
hecho, a partir de aquel momento comenzó a comer menos, no solo
porque le costara más, sino por la tristeza de verse allí solo,
apartado de su hijo, de su nuera y, sobre todo, de su nieto.
La
familia intentaba mirar hacia otro lado como si no pasara nada y el
único que de vez en cuando preguntaba por el abuelo era el nieto.
Pero las respuestas eran todas muy prácticas: así está mejor, come
a su ritmo, no se pone nervioso...
Fueron
pasando las semanas hasta que un día, los padres vieron como su hijo
llevaba toda la tarde jugando con dos trozos de madera, los había
estado modelando a base de golpearlos aquí y allí.
-Vaya,
¿qué es eso? -le
preguntaron.
-Esto
es para vosotros.
-¿Ah,
sí?
-Sí,
estos son los dos tazones donde vosotros comeréis cuando yo tenga mi
familia y seáis mayores. Y así, yo estaré en el comedor y vosotros
podréis estar en ese rincón donde ahora come el abuelo.
A
partir de aquel momento volvieron a comer todos juntos.
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